EN BÚSQUEDA DE LA LIBERTAD

Para avanzar en el mundo con seguridad y certeza, debemos ser capaces predecir y prever las acciones y reacciones humanas, pero aquello implica adquirir secuencias de aprendizaje o adaptabilidad, de manera rigurosa, constante y permanente; sin embargo, lo que asegura nuestra posibilidad de progreso y desarrollo, es la habilidad o facultad de transmitir nuestros particulares sentires y saberes humanos. Supuestamente, la función política es la encargada de producir y generar los códigos, o estímulos básicos y fundamentales que permiten el progreso y la civilización de la humanidad, sin embargo, cuando tenemos a administradores estatales incapaces de entenderse a sí mismos, y aún menos de identificar su individuales problemas y conflictos; entonces resulta esperable, que todas y cada una de las instituciones cívicas y nacionales, sean ineficientes en la formación de académicos y referentes, capaces de describir y explicar los obstáculos que experimentan vuestras comunidades y familias.

Por otro lado, la idea de trabajo es un concepto íntimamente relacionado a la identificación y solución de conflictos, pero el perverso sistema mantenido y justificado por vuestras autoridades territoriales, ha permitido el surgimiento de verdaderas industrias alimentadas a través del sufrimiento y el dolor humano. Y simultáneamente, los medios de comunicación os emanan contenidos difusos y confusos, que reducen intencionalmente nuestro entendimiento acerca de las alternativas comunes y generales disponibles; dejando un inservible espacio físico y temporal, para la adquisición de herramientas emocionales y vinculantes, tales como: la autoconfianza, el autocontrol y la capacidad de gozo. En definitiva, para asimilar apropiadamente los códigos de adaptación y ajuste social, se requiere estar en permanente interacción y transacción con nuestros semejantes, puesto que el contenido básico que debe tener toda relación humana y evolutiva, es reciprocidad.

Pero la realidad que hemos dejado incubar, tanto dentro como fuera de nosotros, nos impone horarios laborales que pasan por alto la crianza y construcción de humanidad, implantando creencias inútiles y contradictorias emanadas de psicosis discursivas, todas ellas financiadas y justificadas desde las instituciones de administración general. En consecuencia, en virtud de lo que podemos observar a través de nuestro entorno, evidenciamos que los medios encargados de propiciar y facilitar servicios y utilidades, en realidad deforman las motivaciones humanas con el objetivo de mantener un ordenamiento social, particularmente útil para la acumulación de recursos y el aprovechamiento del trabajo ajeno. Todo lo cual cumple la función de conservar el mantenimiento de indices económicos, en detrimento del desarrollo cívico y humano colaborativo, suscitando además, las condiciones necesarias para neurotizar y esclavizar a la sociedad a sus temores naturales; puesto que una consciencia en estado de confusión y desorden, proyecta construcciones discursivas aprovechables para el actual modelo económico.

Dichas cualidades son: la competencia estandarizada, la lógica de adaptabilidad incompleta, la autoestima oscilatoria, el temor irracional y la preocupación constante. De esta manera, la sociedad nos ha programado para buscar permanentemente la estabilidad económica, sin otorgarnos una noción clara y comprensible de lo que dicho concepto significa; y por tanto, las crecientes demandas transversales son automáticamente interpretadas por los organismos psicóticos, como un mandato supremo hacia la imposición de su propia voluntad por sobre las necesidades y motivaciones de sus subordinados. De hecho, aquella interpretación de la realidad y circunstancias, suele ser sustentada en ideales y creencias cristianas, las cuales condenan como egoístas a quienes quieren algo para sí mismos, penalizando socialmente a cualquier clase de motivación, que ponga en evidencia la falta de decencia y generosidad de nuestros dirigentes.